Hace veinte años, Carmen y Juan eran un matrimonio amoroso y tenían una hija llamada Naiara. Sin embargo, debido a un terremoto, ambos perdieron el contacto. Carmen creyó que Juan y Naiara habían muerto bajo los escombros, mientras que Juan, que logró escapar con su hija, pensó que Carmen había fallecido en el desastre. Por este malentendido, los dos vivieron separados durante veinte años. Un día, veinte años después, Carmen se encontró por casualidad con Naiara, quien había olvidado su cartera y no podía pagar los 15 yuanes del arreglo de su bicicleta. Carmen la ayudó amablemente, y durante su conversación, Naiara se enteró de que Carmen vivía sola y no tenía pareja. Entonces, pensó en presentarle a su padre, Juan. Así, por una serie de coincidencias, los esposos separados hace veinte años se reencontraron. Ambos sentían que el otro les resultaba familiar, pero después de tanto tiempo, ninguno se atrevía a imaginar que la persona frente a ellos era su pareja perdida de hace dos décadas. Por un giro del destino, terminaron no solo viéndose nuevamente, sino incluso registrando su matrimonio. Al principio, Juan temía que la mujer que su hija le había presentado no fuera la adecuada, así que ocultó su identidad como exitoso empresario y se hizo pasar por un simple repartidor. Al darse cuenta de que Carmen no era una mujer interesada en el dinero, Juan empezó a ayudarla en secreto a resolver los problemas económicos que había acumulado durante los años (como las deudas de juego de su hijo Esteban y otros asuntos complicados). Después de comenzar a convivir, Carmen perdió por accidente una foto de la infancia de Naiara que siempre llevaba consigo. Naiara la encontró por casualidad, lo que la llevó a comenzar a investigar los hechos ocurridos hace veinte años. A pesar de múltiples obstáculos, finalmente los tres —Carmen, Juan y Naiara— se reconocieron como familia, y comenzaron una vida feliz juntos.